Estimados amigos y colegas:
Por este medio queremos informarles que ya está en circulación en las principales librerías de la ciudad de México, el nuevo libro del historiador y antropólogo Andrés Ríos Molina, el cual lleva por título Cómo prevenir la locura. Psiquiatría e higiene mental en México, 1934-1950, publicado en coedición UNAM/Siglo XXI editores. A lo largo de sus páginas el autor examina, por un lado, el perfil social de la primera generación de psiquiatras mexicanos y el proceso de profesionalización de la disciplina más allá de los muros del manicomio (asociaciones profesionales, revistas, investigación, vinculación interinstitucional), y por el otro, el desarrollo, auge y caída de la higiene mental en el México posrevolucionario. Mediante una variedad de fuentes gubernamentales, reglamentos, artículos científicos y prensa capitalina, el también autor de los libros La locura durante la Revolución mexicana. Los primeros años del Manicomio La Castañeda (El Colegio de México, 2009) y del ensayo histórico Memorias de un loco anormal. El caso de Goyo Cárdenas (Debate, 2010), reconstruye las condiciones políticas, sociales y científicas que permitieron la emergencia de la higiene mental vista como un movimiento social de impacto institucional y un modelo teórico de análisis psicosocial basado en la prevención de las enfermedades mentales. Según el autor, el higienismo en los terrenos psiquiátricos tuvo la encomienda de prevenir las psicopatías, razón por la cual tuvo una doble tarea: detectar los factores socioculturales que pudieran amenazar el proyecto de nación en el contexto de reconstrucción nacional, y crear una red de instituciones gubernamentales que detectaran y trataran a los sujetos proclives a la enfermedad, la perversión moral y el delito. En consecuencia, el autor considera que la higiene mental fue una herramienta de control social, debido a que la elite podía establecer los criterios para definir la normalidad y anormalidad en el comportamiento de los mexicanos. La participación de los psiquiatras resultó fundamental en la gestión, organización y funcionamiento de una variedad de ligas, asociaciones y sociedades de higiene mental asentadas en la capital, las cuales buscaban detectar y atender a poblaciones heterogéneas como consumidores de enervantes, niños “anormales” y delincuentes peligrosos cuyos orígenes sociales, desarrollo de la inteligencia y comportamientos transgresivos podían derivar en profundas adicciones, un mal rendimiento escolar y la temida criminalidad. Un lector atento podrá considerar que la prevención, atención e investigación fueron los ejes que articularon socialmente la psiquiatría con la higiene mental. Finalmente, Andrés Ríos Molina explora el andamiaje jurídico que pretendía reglamentar las conductas sociales, morales y éticas de la población y el tipo de prácticas de intervención llevadas a cabo por los psiquiatras-higienistas en los terrenos de la educación escolar, talleres, fábricas y cárceles. La base ideológica de la higiene mental era esencialmente interdisciplinaria, ya que psiquiatras e higienistas utilizaron herramientas teóricas retomadas de la psicología, la antropología y el psicoanálisis freudiano de la primera mitad del siglo XX. El desarrollo, difusión e institucionalización de la higiene mental en México, cimentó la creencia entre la elite posrevolucionaria de que la locura se podía prevenir mediante la aplicación de ofertas terapéuticas, desarrollo de políticas públicas e infraestructura institucional. En definitiva, consideramos que este libro abrirá nuevas líneas de investigación entre los expertos en la historia de la salud pública y de la psiquiatría. Además, estamos seguros de que exhortará a nuevos lectores a acercarse al fascinante y no menos complejo mundo de la locura.
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